El régimen fluvial en la Marina Alta: la torrencialidad. Defensa contra las avenidas
Los ríos de la Marina Alta. El Girona.
El régimen de circulación de estos ríos —excepción hecha del Bullent y Racons— es típicamente torrencial, con marcada irregularidad. Si al carácter espontáneo y torrencial de las precipitaciones (no es raro que llueva de 80 a 100 m en un mismo día y en pocas horas) unimos la considerable pendiente media del terreno —especialmente en los cursos altos—, que lleva aparejada la escasez de suelo, y tenemos en cuenta la menguada cubierta vegetal, se comprende que las aguas precipitadas corran rápidas por las laderas y en corto trayecto originen arroyadas impetuosas que, concentradas en los cauces principales, arrastran abundantes materiales, sin que sean obstáculo los bloques calizos que van acumulándose aguas abajo en forma de bolos y cantos rodados, en cantidades insospechadas.
Al no contar con estación de aforos, no existen más datos que unas observaciones coetáneas a una de las iniciativas para la construcción del embalse de Isber y, por tanto, referentes al río Girona; el personal técnico de Obras Públicas registró en 1896-99 el siguiente número de avenidas de duración superior a cuatro días: dos en 1896, tres en 1897 y 1898 y cuatro en 1899; de entre todas, la que tuvo menor importancia fue la de noviembre de 1896, que, según los aforos practicados, dio un gasto de 30, 14, 6, 2 y 1 m3 por segundo en los cinco días que duró; en épocas de precipitaciones muy persistentes, como sucedió en 1899, el río discurría durante treinta o cuarenta días con un gasto de 1’5 a 1 m3/seg . Queda evidenciado con ello el carácter torrencial de su régimen.
La irregularidad es enorme, pues el resto del año la corriente queda reducida a un estrecho canal de estiaje o a unos hilillos de agua, que incluso llegan a secarse en verano, sin un lecho aparente bien definido. Ahora bien, el espesor de gravas y aportes terrígenos suele ser penetrado por las aguas, que forman así ciertas corrientes subálveas que afloran en algún punto sobreexcavado (los tolis o balsas); esto en el caso de que el terreno asegure cierta impermeabilidad, ya que si el cauce descansa sobre formaciones calizas muy agrietadas no aparecen aguas subálveas. Estas son aprovechadas mediante pequeños diques transversales que taponan la marcha de los filetes líquidos, posibilitando su recogida y embalse para el riego, como ocurre en el valle medio del Xaló.
Las avenidas suelen ser más frecuentes en el otoño, que es la estación más lluviosa; al llegar a octubre, el lecho aparente se ciega con los arrastres de las primeras lluvias, cargándose de material grueso, con lo que la corriente, al no poder excavar en profundidad, tiende a ensanchar el cauce erosionando las riberas, acción más acusada en la orilla cóncava de las curvas del río (sean forzadas o sean meandros propiamente dichos), en donde el agricultor procura levantar fuertes muros con cantos y bloques unidos por un cemento para proteger sus predios (junto al Molí de la Tarafa, en Xaló, aparecen hasta tres muros sucesivos de distintas épocas y unos dos metros de altura), mientras que en la margen convexa suele abancalar los aluviones en pequeñas gradas que descienden hacia el fondo del cauce, protegidas por muretes alzados con los mismos cantos rodados del lecho, las cuales constituyen modestas huertas para el autoconsumo familiar..
La importancia de las avenidas torrenciales se evidencia cuando éstas afectan a los núcleos de población, los cuales reaccionan ante el peligro construyendo ciertos artificios protectores.
Todas las poblaciones ribereñas del bajo Girona se han visto afectadas por este problema. Las condiciones del emplazamiento y de la sección del río favorecen en estos casos la acción destructora de la corriente; en Beniarbeig, el casco urbano se sitúa alineado entre el Barranquet, que baja de Segaria, y la margen derecha del Girona, a la salida de una gran curva del mismo, quedando las edificaciones de las calles Major y del Riu tan próximas a él, que sus fachadas eran bañadas por las aguas de avenida; el pueblecito de Miraflor se ubica próximo al lecho, en la parte cóncava de un meandro, asentado sobre un conglomerado de gravas de poca consistencia; por último, en Verger, si bien no aparece una sección curva, existe un lóbulo en la orilla derecha que estrangula el paso de las aguas y, obrando a modo de espigón, las dirige con mayor velocidad contra la margen opuesta, a la que socavan, y sobre la cual se asientan las casas de la calle del Riu, mal cimentadas sobre gravas y arenas.
Estos condicionamientos son los que determinan la peligrosidad de las avenidas del Girona, que, si bien poco persistentes, son de gran violencia. El día 30 de septiembre de 1919 se registró una de las mayores, de modo que en Beniarbeig las aguas se elevaron unos 5 m sobre el fondo del cauce, socavando los cimientos de las casas, mientras que en Verger inundaban parcialmente la población e interrumpían el servicio ferroviario. La necesidad de atajar el problema fue muy sentida y ya en 1921 se proyectaron unas obras defensa, aunque no serían ejecutadas. Cuando en 1940 se reemprendió el proyecto las avenidas habían modificado el cauce: los perfiles transversales diferían de los consignados veinte años atrás; por entonces se construyó en Beniarbeig un dique longitudinal a base de un encofrado de gaviones, pero se mostró ineficaz ante el embate de las aguas, que lo destruyeron en 1947, por lo que en un plan posterior se ideó construir una escollera y un muro de hormigón. En Mirafior, a raíz de la inundación del pueblo en la riada de noviembre de 1941, se proyectó un muro de hormigón en masa que se comenzó en 1945, si bien, por las dificultades del suministro de cemento, éste sólo se aplicó en los cimientos y en el resto se sustituyó por mampostería hidráulica.
Este material dio buen resultado, de modo que, a continuación, se aplica al barranco de l’Alberca y se incluye en un proyecto de 1949 para la defensa de Verger (un muro de mampostería hidráulica de 700 ni de largo, cuya construcción se vio largo tiempo diferida)
Fuente: José Costa Mas – El Marquesat de Dénia. Estudio Geográfico. 1977. Pags. 66-68
jueves, 11 de octubre de 2007
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